18 marzo 2005

El derecho a vivir o morir con dignidad

¿Se justifica moralmente dejar morir a un ser humano que se encuentra en estado vegetativo y es mantenido con vida a través de tubos de alimentación o respiración?
El caso de Terri Schiavo, la mujer de Florida que sufrió un masivo daño cerebral tras un ataque cardíaco y por 15 años permaneció inmovilizada en su lecho dependiendo de los tubos, ha desatado otra vez un debate nacional sobre el derecho a vivir y a morir.
El marido de Schiavo considera que su esposa ha sufrido una agonía inhumana y cruel al ser mantenida con vida en ese estado y afirma que ella le dijo una vez que si se viera en un caso así preferiría que la dejaran morir en paz.
Los padres de la mujer, en cambio, sostienen que ella está viva y que puede reaccionar con rehabilitación y que desconectarla de los tubos de alimentación sería un asesinato.
Los médicos nombrados por las cortes para evaluar sus funciones físicas y su prognosis dijeron que ella se encontraba en un estado vegetativo persistente, sin posibilidades de recuperación.
Representantes de varias iglesias cristianas, incluyendo la Católica, sostienen que Schiavo es una persona que se encuentra con vida y que nadie sino Dios tiene derecho a quitársela.
Los expertos en ética médica están divididos. Algunos piensan que el deber del médico es mantener la vida de un paciente por todos los medios posibles, siguiendo el juramento hipocrático. Otros creen que hay un límite determinado por varios factores entre los que se cuentan la capacidad de recuperación, el sufrimiento físico y psicológico que puede experimentar el paciente en ese estado y, sobre todo, la voluntad expresa de la persona afectada.
Los argumentos de uno y otro lado son atendibles y no deben ser tomados a la ligera porque el desenlace del caso Schiavo probablemente siente un precedente que servirá para decidir otros casos similares en el futuro.
Hemos visto, en el pasado, casos en que personas que han estado años en estado de coma despiertan súbitamente y se recuperan para llevar una vida relativamente normal más adelante. Algunos perdieron la memoria, el habla u otras funciones como resultado del daño cerebral que sufrieron.
Pero el caso de Schiavo es diferente. Ella no estaba en coma sino consciente o, al menos, con sus ojos abiertos y capaces de seguir el movimiento de objetos. Para los médicos oficiales que la examinaron ese hecho puede no ser más que reflejos automáticos del organismo que no revelan realmente ningún signo de consciencia.
De acuerdo a esta opinión médica, el organismo de Schiavo está vivo, pero la persona –ella como ser humano- está muerta porque no tiene conciencia de sí misma ni de lo que la rodea.
No podremos saber nunca lo que ella piensa o pensaba. No tenemos acceso a su pensamiento, si es que todavía puede tener alguna clase de actividad mental después del masivo daño cerebral que la dejó en ese estado.
No podemos saber si sufre o no. Sólo podemos hacer conjeturas y tratar de interpretar signos.
Y en este caso específico, cuando la ciencia no nos puede dar la seguridad de que ya no hay una persona dentro de ese cuerpo inmóvil, creo que lo mejor es abstenerse de tomar una decisión terminal que podría estar influida más por motivos económicos que éticos.
En general, creo en el derecho de cada uno a disponer acerca de la propia vida, pero no de la de los demás, salvo en casos muy extremos.
Pienso que todas las personas pueden responsablemente decidir si quieren seguir viviendo a través de medios artificiales tras sufrir un trauma físico masivo incapacitante. En muchos estados los pacientes tienen ahora la posibilidad de expresar su voluntad anticipada sobre si desean o no ser mantenidos con vida artificial en caso de sufrir algo de lo que jamás podrán recuperarse.
Personalmente no quisiera permanecer vivo si voy a convertirme en prisionero de un cuerpo totalmente inmovilizado, sin posibilidades de recuperación. Pero otras personas pudieran pensar diferente.
Estoy de acuerdo con el suicidio asistido cuando representa realmente la voluntad de la persona y se hace tras una cuidadosa evaluación médica y psicológica. Hay enfermedades terriblemente dolorosas y destructivas que degradan no sólo el cuerpo sino también la esencia misma del ser humano. ¿Vale la pena seguir viviendo en esas circunstancias?

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