14 enero 2006

Chile decide entre seguir avanzando o regresar a las fracasadas políticas del pinochetismo


Este domingo más de ocho millones de electores chilenos van a decidir si quieren seguir avanzando por el camino de la democracia social o retroceder a etapas ya superadas que sólo trajeron tragedia y pobreza a su pueblo.
Michelle Bachelet, una pediatra que es considerada como la sucesora natural del exitoso gobierno del presidente socialista Ricardo Lagos, podría convertirse en la primera mujer en gobernar Chile, un país de 16 millones de habitantes que ha logrado impresionantes avances económicos y sociales desde que recuperó la democracia en 1990, tras 17 años de una de las peores dictaduras del mundo.
Su rival, Sebastián Piñera, un empresario multimillonario que representa en estas elecciones a la derecha que propició y apoyó el golpe de estado de Pinochet que acabó con la democracia chilena en 1973, ha tratado de presentar a los votantes una imagen más moderna y populista que en nada cambia su compromiso con las grandes corporaciones transnacionales y los dueños del poder económico en Chile.
De acuerdo a todas las encuestas, Bachelet llega este domingo con una diferencia de por lo menos 5 puntos porcentuales a su favor, y se espera que las cifras finales de esta segunda vuelta electoral confirmen esa ventaja.
La candidata socialista podría haber ganado fácilmente las elecciones presidenciales del 11 de diciembre con mayoría absoluta, evitando así ir a una segunda vuelta, pero sólo logró el 46% de los votos debido a que un grupo de izquierdistas poco visionarios se obstinaron en llevar un candidato propio casi desconocido, Tomás Hirsch, que obtuvo poco más del 5% de los sufragios.
La derecha también fue dividida a las elecciones de diciembre, pero la suma de los votos de Piñera y del otro candidato conservador, Joaquín Lavín, no alcanzó a llegar al 49%.
Piñera no admite ahora la posibilidad de perder esta segunda vuelta electoral y, lo que es peor, en los últimos días de campaña está tratando de desestabilizar el renacido proceso democrático chileno sugiriendo que ha habido una intervención ilegal del gobierno de Lagos en la campaña.
El candidato derechista subió el tono de sus acusaciones el sábado –un día antes de las elecciones- y el principal diario conservador de Chile, El Mercurio, rápidamente se hizo eco de las mismas.
La maniobra parece ser una campaña orquestada para desconocer o impugnar los resultados de las elecciones, lo que podría provocar una grave desestabilización en el país o, por lo menos, crear una imagen interna y externa de que el gobierno de Bachelet es “ilegal”.
“No estoy desconociendo los resultados del domingo, pero sin duda que la brutal, masiva y desvergonzada intervención del gobierno que hemos presenciado en los últimos meses disminuye la legitimidad de esta elección”, dijo Piñera en una entrevista a El Mercurio.
Esta posición no es nueva en América Latina. Cada vez que la derecha pierde su tradicional control político en un país del continente acusa al gobierno moderado o izquierdista elegido por el pueblo de ser “ilegítimo”, recurriendo a toda clase de engañosos argumentos pseudo jurídicos para convencer a los incautos.
En fin, esperamos que el pueblo chileno no se deje engañar y brinde un respaldo inequívoco a Bachelet.


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