27 enero 2005

La sombra de Auschwitz

Cuando estaba en la universidad tenía una amiga judía cuya mamá había sobrevivido, de niña, a uno de los campos de exterminio nazis. No estoy seguro si era Auschwitz u otro, pero ella fue mi primer contacto real con la mayor tragedia del Siglo XX.
Hasta entonces, todo lo que sabía acerca de torturas, masacres colectivas, el Holocausto y la Segunda Guerra Mundial era lo que leía en los aburridos libros de historia y lo que veía en las esterilizadas películas de Hollywood.
Pero la señora Rebeca, la mamá de mi amiga, me enseñó la historia viva. Como a la tercera visita a su casa, me mostró el número que tenía grabado para siempre en su brazo. Y luego fue sacando las fotos. Esas imágenes escalofriantes de seres famélicos, esqueléticos, los ojos hundidos por el hambre y muy abiertos por el terror. Fotos de soldados nazis amontonando cadáveres en zanjas cavadas en la tierra como anónimas tumbas colectivas. Fotos de filas de judíos entrando desnudos a las cámaras de gas.
-¿Cómo consiguió las fotos?, le pregunté.
-Porque los nazis tomaban fotos de todo lo que hacían y también filmaban, me dijo ella, agregando que la mayoría de esas fotos están en todas las bibliotecas y museos sobre el Holocausto, y muchas familias judías las guardan para que sus hijos y nietos no olviden.
La señora Rebeca me contó muchas historias acerca de su terrible infancia y adolescencia en la Europa de la guerra y la posguerra. Mucho más que todo lo que yo había leído antes. Me contó detalles perturbadores que soy incapaz de reproducir aquí, pero que me dejaron una huella muy honda.
Tal vez en el idealismo de la juventud uno no estaba preparado para aceptar realidades tan pavorosas como esa. Hasta ese momento, para mí esos hechos pertenecían a las películas, a un mundo casi ficticio que no tocaba directamente mi existencia. Pero tras conocer a Sara y a su mamá mi percepción cambió.
Muy poco después, los residuos del nazismo, que se mantenían vivos en algunos países sudamericanos, me golpearon como un latigazo y trastornaron completamente mi vida lanzándome al exilio. Me quitaron mi patria, me apartaron de mi familia, me robaron mi futuro.
Quizás por eso hoy, cuando se conmemoran 60 años de la liberación de Auschwitz, siento todavía esas sombras del pasado que de alguna manera siguen obscureciendo partes de mi memoria.

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