17 febrero 2005

La sombra de Negroponte en América Latina

Para muchos en América Latina, John Negroponte, nombrado hoy “zar” de los servicios de Inteligencia de Estados Unidos por el presidente Bush, es uno de los personajes más siniestros de la diplomacia de este país. Pero también es visto como uno de los embajadores más efectivos en la defensa de los intereses políticos, económicos y militares de sucesivos mandatarios estadounidenses.
No hay centroamericano que no recuerde la sombra de su paso por la región. Fue el artífice de la política de intervención encubierta de Estados Unidos en El Salvador, Nicaragua, Honduras y Guatemala dirigida a suprimir los movimientos insurgentes en esos países. Una política que tuvo éxito, pero a un costo terrible de asesinatos y violaciones a los derechos humanos, especialmente entre la población indígena y los campesinos.
Sin duda, las audiencias previas de su confirmación en el Senado van a sacar a luz muchos detalles oscuros de su gestión en América Latina. Sin embargo, es muy difícil que su nombramiento sea rechazado debido a la mayoría republicana existente en la Cámara Alta y a la atmósfera de dureza y temor que se ha desatado en este país por la campaña antiterrorista.
Negroponte comenzó su carrera diplomática durante el conflicto de Vietnam, donde trabajó junto a Henry Kissinger, como parte del equipo que llevó negociaciones secretas, bajo la presidencia de Richard Nixon.
Desde 1960, Negroponte ocupó varios puestos diplomáticos en todo el mundo, incluyendo a países de América Latina: fue embajador en Honduras (1981-85) y en México (1989-93).
Precisamente, su época en Honduras ha quedado como uno de los capítulos más controvertidos de su carrera.
Su actuación allí fue cuestionada por algunos juristas estadounidenses, que lo acusaron de no haber prestado atención a las violaciones de los derechos humanos durante la guerra civil en la vecina Nicaragua.
Incluso, cuando en 1989 George Bush padre lo designó como embajador en México, Negroponte tuvo que enfrentar muchos cuestionamientos por parte del Congreso para lograr que le confirmaran ese cargo.
Durante esas comparecencias, tuvo que responder, por ejemplo, sobre los escuadrones de la muerte en Honduras y el escándalo "Irán-Contra" (también conocido como el "Irangate").
Tras su puesto en México, el entonces presidente Bill Clinton lo nombró como embajador en Filipinas y posteriormente como su negociador en Panamá, para ver si era posible que se mantuviera la presencia de tropas estadounidenses en el canal, una vez que éste fuera devuelto al país centroamericano. Estas negociaciones fracasaron.
Negroponte, de 65 años, viene de servir a Bush como primer embajador estadounidense en Irak después del derrocamiento del presidente Sadam Husein en la guerra emprendida hace casi dos años.
Aceptó ese cargo cuando era embajador ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU), una función que también realizó con anterioridad en Honduras, México y las Filipinas alternándola con puestos de alto nivel en el Departamento de Estado.
Como embajador en la ONU, Negroponte ejerció una persistente presión ante los gobiernos de México y Chile para que destituyeran a sus embajadores en la ONU, luego que ambos países votaron en contra del pedido de Estados Unidos para iniciar la guerra a Irak.
Al final, el embajador mexicano Adolfo Aguilar Zinser y el chileno Juan Gabriel Valdés fueron retirados de esas funciones, y los gobiernos de México y Santiago iniciaron una política de distensión con Washington.
Larry Birns, director del Consejo sobre Asuntos del Hemisferio (COHA), una oficina de investigación y análisis de Washington, sugiere que en las audiencias de confirmación de Negroponte se llame a declarar al ex general hondureño Luis Alonso Discua Elvir, quien presuntamente dirigió un escuadrón de la muerte en su país.
Discua Elvir, sobre la base de que “hablará de todo” sobre Negroponte, logró que se le permitiera a su familia residir en Estados Unidos. Pero las autoridades le revocaron su visa en 2001 y, según Birns, “quizá tiene un abundante material” que implicaría al nuevo jefe de la inteligencia estadounidense.

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